Me desperté tarde.
Hace apenas unas semanas, descubrí algo sorprendente acerca de mi teléfono. Cuando sonó mi alarma, si dije ‘¡Alto!’ se detendría. Y si dijera ‘¡Posponer!’ se posponía y volvía a sonar 9 minutos después. Me encantan esos intervalos de 9 minutos.
9 minutos en los que podrás tener los sueños más elaborados y complicados. Luego, la alarma vuelve a sonar y dices “¡Alto!”. o ‘¡Posponer!’ de nuevo. Durante años, no tenía idea de que esto existiera (Android, por cierto, estoy seguro de que el iPhone tiene algo similar). Yo era un tipo manual. Sacar mi brazo de la cama para deslizarlo hacia la izquierda (posponer) o hacia la derecha (detener). Alcanzando. Deslizar. Las cosas de los campesinos una vez que te das cuenta de que tu voz tiene todo el poder.
Luego, de la nada, simplemente dejó de funcionar. ‘¡Detener!’ Yo diría, y no pararía. No importaba cómo lo dijera, con qué frecuencia lo dijera, qué tan alto lo dijera. Nada. Cero. Nada de nada. Nada. Maldita sea, nada. Lo mismo con ‘¡Posponer!’. Ningún efecto. La alarma seguiría sonando. No sé por qué.
Es como si el universo me hubiera jugado una mala pasada. Me dio algo bueno y luego me lo quitó. Y sí, probé todo. Eliminé mis alarmas y las volví a crear. Apagué los ‘comandos de voz’ y luego retrocedí en sentido contrario. Sabes, trabajé en soporte técnico durante algunos años, entiendo que la regla básica de la tecnología es apagar algo y luego volver a encenderlo. Esto soluciona el 98% de todos los problemas, y eso es un hecho científico.*.
Mi alarma, por cierto, es este. Si puedes llegar hasta donde comienza el ritmo, estás durmiendo profundamente. Básicamente una situación adyacente al coma. Pero de todos modos, esta mañana no se disparó por alguna razón. Sé que no grité ‘¡Alto!’ o ‘¡Posponer!’ porque, como he señalado claramente anteriormente, eso ya no funciona. Lo cual, por cierto, me resulta extremadamente irritante porque odio absolutamente cuando algo no funciona como espero.
Realmente no puedo explicarlo, pero para mí lo más frustrante del mundo es algo que no hace lo que se supone que debe hacer, sin una buena razón. Oh, ¿le prendieron fuego o un niño le echó un montón de Castrol GTX encima? Bien. Lo entiendo. Eso puede ser un impedimento para la funcionalidad, pero cuando no hay una causa obvia, me vuelve absolutamente loco.
Me vuelvo como un personaje de una mala película hecha para televisión. “¡¡¡POR QUÉAAAAAA?!!” Voy a gritar. Corrección: no gritar. Exclama en voz alta. Ojos al cielo, puños cerrados, temblando como si estuviera tocando maracas invisibles. Tenga en cuenta: obviamente lo habré apagado y luego nuevamente porque, como ya sabemos, esto soluciona el 98% de todos los problemas, y eso es un hecho científico.*.
Son esos bastardos del 2% los que son la pesadilla de mi existencia. Mi pensamiento básico es: “Eres una cosa diseñada y fabricada para hacer algo, por lo que debes hacer ese algo en lugar de no hacer algo”. De lo contrario, todo sería tan inútil. Hay tantas cosas en el mundo que se crean para un propósito específico y si tú, como esa cosa, no quieres o no puedes llevar a cabo tu función principal, entonces eres solo un desperdicio de espacio.
Me doy cuenta de que estoy atribuyendo pensamiento consciente a objetos a menudo inanimados, pero no me quejo contigo cuando haces algo que no tiene ningún sentido, ¿verdad? No. Así que, por favor, no me exijan estándares más altos. De todos modos, como dije anteriormente, es como si el universo te otorgara un regalo, te gusta el regalo, lo aprecias y luego te lo quita.
Todo lo cual quiere decir que si Riccardo Calafiori tiene una lesión grave en la rodilla, estaré extremadamente infeliz. Pensemos en todas las cosas, y en todas las personas espantosas, que el universo podría elegir para recibir sus regalos y, sin embargo, el semental italiano es el que salió del estadio el otro día con una rodillera para protegerse la rodilla. Eso es lo que hacen las rodillas.
No tengo más que decir sobre este asunto, aparte de que espero que Calafiori esté bien, porque al igual que descubrir que puedes controlar la alarma de tu teléfono con tu voz, trajo una pequeña pizca de alegría a mi vida, y no quiero estar más sin él.
Gracias.
* Del Scientific Journal of Science, edición 323a, marzo de 1994: Autor – Profesor Godfrey Twatschlock